viernes, 20 de marzo de 2015

Entre cartas y flores secas

Me gustaría pensar que eres uno de esos chicos que conocí en el supermercado, un tipo guapo que encontré en la fila antes de pagar los impuestos.
Me gusta creer que eres una más de esas personas que llegaron un día a mi vida, atraparon mi atención por un par de minutos y se fueron.
Pero no, tal vez llegaste como ellos: sin avisar, apareciste una noche en el autobús y como ellos, desapareciste.
Si las cosas hubieran acabado así, conmigo bajando la escalera del bus y mirándote por la ventana todo hubiera sido perfecto, un cuento con un final feliz que duró hasta que el semáforo cambió.
Pero jamás olvidaré lo que pasó un par de noches después, dijiste "Soy Joel" mientras bajaba las escaleras como cada noche, tu nombre sonó cómodo, ligeramente atractivo; al menos lo suficiente para mantenerlo en mi mente  por casi dos semanas.
Después de no haberte visto algunos días volviste a aparecer como la primera vez... sin avisar.
Y entonces con tres palabras y dos signos de interrogación alegraste mi día -¿Cómo te llamas?- es curioso como una pregunta puede ser el inicio de algo tan grande, pero después de tantos detalles las cosas son distintas y heme aquí: 11 meses, 42 rosas y 9 cartas después, temiendo a tu recuerdo, esperando que las letras en esas hojas no me recuerden lo importante que aún eres para mí...

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